viernes, 4 de julio de 2014

El Robo - Lenina García

Al dar sus primeros pasos por la iglesia y notar el altar central vacío, el sacristán tomó con fuerza el crucifijo que llevaba suspendido en el pecho, con las manos temblorosas y en voz baja murmuró: “se la robaron”. Era la imagen de “Nuestra Señora de las Angustias”, tallada en la primera mitad del siglo XX. –Le juro que no escuché ruidos extraños ayer por la noche, de haber oído pasos, hubiera llamado a la policía. -Le dijo Tomás al Padre de la Iglesia, con los ojos reventados en lágrimas. –Es una pérdida incalculable. Lo más sospechoso es que la chapa de la puerta principal no fue forzada, seremos muy cuestionados por esto Tomás. –Sentenció el Padre. -Hay que notificar al Obispo y proceder con la denuncia. -Como usted ordene, señor.

A un bosque desconocido, muy lejos del bullicio había huido “Nuestra Señora de las Angustias”, una mujer indignada por su destino de estatua durante casi un siglo. Ya sin la túnica negra, sin la corona, sin los hilos de oro colgándole encima, observaba su cuerpo desnudo: sus senos de punta de flor, su ombligo redondo y perfecto, su cintura, cascada que fluye en dos ríos, sus pies extranjeros entre la tierra y el sol, su sexo, lengua de manjar. Se preguntaba por qué le fue robado su cuerpo durante tanto tiempo, por qué había sido destinada a la verdadera angustia de ser desconocida para ella misma.

Dejando atrás la herencia de la túnica de terciopelo y las llagas en las manos, empezó a caminar sin descanso, a recuperar el tiempo, la vida.

Hace más de un mes que la feligresía y la iglesia busca la imagen de “Nuestra Señora de las Angustias”. La gente se une en oración para rogar que los ladrones devuelvan la imagen y la entreguen intacta. De momento, fue capturado Tomás, el sacristán de la iglesia, principal sospechoso del hecho. Han ofrecido recompensas, una condena más justa. No hay noticias de ella.

En el corazón del bosque, ella degusta del paraíso, se abraza de la serpiente, de la ardilla, de las mariposas que reposan en su pelo. Ríe gozosa. Muerde la manzana roja.

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