Alrededor todo era trigo, seco, muerto, pero creciendo hasta tapar la visión de la escena campestre, luego volvía a hacerse pequeño, hasta convertirse en semilla, semilla seca, semilla muerta. Cada ciclo de crecimiento e involución, se llevaba a cabo más de prisa.
El plato con uvas, no disminuía, al contrario, por momentos parecía desbordarse, aún y cuando ella se las devoraba con la misma rapidez con que crecían y desaparecían las espigas de trigo.
Adelgazaba, los músculos de su cara perdían firmeza. El cabello, cada ciclo con un tono más claro de gris, se le caía por mechones. Sus manos llenándose de manchas se veían huesudas y resecas, envejecía, se convertía en pasa.
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Los besos que no doy,
los que no recibo,
acumulados en el pecho,
hacen ruido de tambores,
fuerte,
rápido,
insolente.
Mi sutil cordura se resiente,
cual frágil insecto,
vuela,
me abandona.
No la extraño,
siempre estorba,
pero hoy...
... me siento sola.
Si al menos encontrara creatividad para hacer algo con estas ganas,
con este cuerpo sano,
rebosante de flujos,
de sueños,
en lugar de esperar inerte a que se seque,
hasta volverse pasa,
hoja seca,
polvo,
nada.
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