sábado, 28 de junio de 2014

Provengo del Conjuro - Carolina Pineda

provengo del conjuro
de la carne y del instinto
de otros cuerpos
soy de cepa humana
el singular poder de mi biografía agitada
dista
de una fragilidad graciosa
mas bien
es cercana
a las acciones disolutas
de un animal terrestre

veo
escucho
siento
a veces hasta tiemblo y me quebranto
el origen de tales acontecimientos
se remonta a la historia
de una cicatriz circular y arrugada
sobre mi vientre
oculta
tras la ropa

el cuerpo es una mirada cultural
que hay que desnudar
llegar hasta la médula de los huesos/ ahí donde la frontera con el otro desaparece.

viernes, 27 de junio de 2014

Recorrido - Tania Hernández

Hay tantas formas de leer el cuerpo. Tantos caminos para recorrer este territorio tan familiar y tan extraño. Mi mano llega a lugares que mis ojos no tocan, mi boca convierte en sonidos las ideas que nacen, crecen y se multiplican dentro de mi cuerpo, dejando al resto convertirse en sangre que palpita entre mis venas, esas que llevan las tempestades que respiro. Hay tantas formas de recorrer mi cuerpo, desde afuera y desde adentro, sentir mi respiración por ejemplo, o el calor que me sube cuando la fantasía vuela al ver, sentir o imaginar otro cuerpo. No hay forma de abarcarme, no hay forma recorrerme completa. Si lo intentara, si quisiera describirme con palabras o dibujos, ¿quién sería yo? ¿cuál de todos mis instantes? ¿Sería la de ahora, la de antes o la que cambia a cada minuto? Recorrerme, tocarme, sentirme, olerme, escucharme, es saber que estoy viva. Me palpo, luego existo. Intuyo y recreo mi existencia. Soy yo, infinita e inabarcable. Fuera o dentro del espejo, soy y existo.

jueves, 26 de junio de 2014

Making of Recorrido - Tania Hernández

Primera Lectura

Leo por primera vez el poema Elogio de mi cuerpo de Alaide Foppa y me parece algo muy personal. Era su cuerpo y era muy bonito. Eso es todo. En el momento en que lo digo, aún no me entero que lo escribió con casi sesenta años, después de una enfermedad extenuante.

Segunda Lectura

Nos hemos propuesto hacer algo propio a partir del poema. Pienso que lo mejor será tomarlo como un mapa. Empezar, por ejemplo, con la descripción de sus ojos y escribir algo sobre los míos. No voy al espejo. Desde mi memoria intento imaginarme cómo podría describirme. Lo primero que pienso es en lo mucho que a él le gusta (a todos ellos) mis pechos, o mis caderas, cómo me toma de la cintura, o que alguna vez una maquillista me dijo tenía yo tenía labios bonitos, y luego, no sé por qué, se arrepintió.

Tercera Lectura

Vuelvo a leer el poema y me percato que está escrito desde sus propios ojos. No hay otras miradas, aparte de la propia. Me doy cuenta de lo dificil que es mirarme a mí misma desde el yo y no desde el ellos o ellas. Pensar en mi cuerpo como algo que existe por sí mismo y no para agradar a otras personas. Voy al espejo y lo intento de nuevo. Lucho contra mí para no ver lo que me sobra o lo que me hace falta. Dejar de buscar si tengo nuevas arrugas, nuevas manchas en la cara, si he engordado o si tengo un grano en la nariz que haya que disimular con maquillaje especial. Intento concentrarme en mis ojos. No sé cómo describirlos. Me asusta mi mirada tan profunda, tan oscura. No me encuentro en ellos. Las cejas ... ¿qué puedo decir de mis cejas aparte de que están mal depiladas? Vuelvo a observarlas. Encuentro una cana. Voy por la pinza y me la arranco.

Cuarta lectura

Le muestro a una amiga el poema de Alaide Foppa y le cuento sobre mi propósito de intentar describirme viéndome al espejo. Mi amiga dice que ella no podría hacer tal cosa. Que no le gusta verse al espejo si no es para probar cómo le queda un vestido o para imaginarse cómo podría convertirse en otra, en una de las que salen en los anuncios, por ejemplo, que gustan de sí mismas por el solo hecho de haberse comprado zapatos nuevos. Seguimos con el tema, y nos preguntamos cuál de las percepciones que tenemos de nuestros cuerpos es una reacción individual y cuál es solo una repetición de lo aprendido. Le digo, para concluir nuestro cuestionamiento, que estamos bastante buenas para nuestra edad. Ella me pregunta: con respecto a quiénes. Le respondo que con respecto a nosotras mismas, que no hay otra norma. Ella coincide conmigo y dice que sí, que en efecto, estamos muy buenas.

Quinta lectura

Vuelvo a mis ojos y a la imposibilidad de describirlos. Solo encuetro absurdas metáforas, como la de dos pescaditos que aletean cuando me río o que tengo los ojos del color y forma de una almendra muy tostada. Descubro que la metáfora no es lo mío, por lo menos no la descriptiva. Necesito encontrar otro lenguaje para describirme.

Sexta lectura, recorrido

Desecho la idea del espejo. Hay tantas formas de leer el cuerpo. Tantos caminos para recorrer este territorio tan familiar y tan extraño. Mi mano llega a lugares que mis ojos no tocan, mi boca convierte en sonidos las ideas que nacen, crecen y se multiplican dentro de mi cuerpo, dejando al resto convertirse en sangre que palpita entre mis venas, esas que llevan las tempestades que respiro. Hay tantas formas de recorrer mi cuerpo, desde afuera y desde adentro, sentir mi respiración por ejemplo, o el calor que me sube cuando la fantasía vuela al ver, sentir o imaginar otro cuerpo. No hay forma de abarcarme, no hay forma recorrerme completa. Si lo intentara, si quisiera describirme con palabras o dibujos, ¿quién sería yo? ¿cuál de todos mis instantes? ¿Sería la de ahora, la de antes o la que cambia a cada minuto? Recorrerme, tocarme, sentirme, olerme, escucharme, es saber que estoy viva. Me palpo, luego existo. Intuyo y recreo mi existencia. Soy yo, infinita e inabarcable. Fuera o dentro del espejo, soy y existo.

miércoles, 11 de junio de 2014

Elogio a su cuerpo. A mi cuerpo - Marilinda Guerrero

Con taza de café en mano y un libro de poesía de Alaíde Foppa conocí sus ojos, cejas,  nariz,  boca, orejas, pelo, manos, pies, senos, cintura, sexo, piel, huesos, corazón, venas, sangre, sueño y aliento.  La recorrí desde lo externo a lo interno, la parafernalia y sus bases. Escuché los lagos, sus lágrimas, el viento que recorrió sus cabellos, los latidos. Me percaté de su belleza. Ésa  que va más allá de lo racional, el imperdible amor a sí misma, la necesidad de dar voz a la colectividad de órganos que la componían, el arte de plasmar en letras algo más allá de una descripción literal, darle vida a la vida desde el anís hasta el jazmín. Fue cuando me quité la ropa y me vi frente al espejo. Observé rasgo a rasgo cada poro de mi cuerpo. Sus hondonadas, surcos, curvas, el espacio entre las piernas, el punto de anclaje a la vida,  mis cabellos. Así estuve por un rato evaluando mi presencia, escuchando sus sonidos, sus voces, sus historias escondidas. Pude ver cómo brotaron de mi cuerpo extensiones que se enraizaron en las páginas de su libro, de sus versos y sin miedo, me adentré en sus letras y jugué con ellas, llegué incluso a conocer la hidrografía de sus venas, sus laberintos misteriosos, sentir su sangre, sus sueños. Reposé unos momentos entre su elogio y disfruté la paz de su ramaje. Al despertar, me encontré en la habitación, sola, con la taza de café en mano y el libro de poesía. Sé que Alaíde así quiso que la recordara, no con sus demonios ni conflictos, sino con la comunión de ella con el universo, como cuando ella abrazó la tierra y alzó su alma al cielo. 

martes, 10 de junio de 2014

Mis Manos - Isabel de los Ángeles Ruano

Estas manos mías conocen la ascención suprema
y la más burda ignominia.
Son como dos relámpagos audaces
o como dos humildes golondrinas cautivas.
Se entrecruzan en una plegaria o aman
con santidad o con delirio
y se asustan del fuego
y chocan contra un rostro.
Estas manos mías saben mentir
y son urgentes. Me han dado la pasión sublime
y la ternura de un ángel de luz.
Tienen reminiscencias de ala desteñida
y saben de los surcos del vuelo
Conocen todas las fiebres.


(del libro Torres y Tatuajes )

lunes, 9 de junio de 2014

Elogio de mi cuerpo - Alaide Foppa

LOS OJOS

Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de mis pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.

LAS CEJAS




Las breves alas
tendidas sobre mis párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.


LA NARIZ

Casi un apéndice
en la serena geometría
de mi rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que me une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
- desde el anís hasta el jazmín -
aspira trepidante
mi nariz.

LA BOCA

Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.

LAS OREJAS

Como dos hojas
de un árbol ajeno
nacen a los lados
de mi cabeza.
Por el tallo escondido
se desliza
la opulencia
de los sonidos,
me alcanzan
las vivas voces
que me llaman.

EL PELO

Dulce enredadera serpentina,
única vegetación
en la tierra tierna de mi cuerpo,
hierba fina
que sigue creciendo
sensible a la primavera,
ala de sombra
contra mi sien,
leve abrigo sobre la nuca.
Para mi nostalgia de ave
mi penacho de plumas.

LAS MANOS

Las manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el latido.



LOS PIES

Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.

LOS SENOS

Son dos plácidas colinas
que apenas mece mi aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras,
fueron dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.

LA CINTURA

Es el puente cimbreante
que reune
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina mi pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adorno mi cintura
con un lazo de seda.

EL SEXO

Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de mi vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.

LA PIEL

Es tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
mi piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y mi cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.

LOS HUESOS

Alabo
el tibio ropaje
la apariencia
el fugitivo semblante.
Y casi olvido
la obediente armazón
que me sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que me lleva.

EL CORAZÓN

Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.

LAS VENAS

La floración azulada
de las venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de mi piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.

LA SANGRE

Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.

EL SUEÑO

En tan blando nido
mi corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por mi sueño
la ola calma
de mi respiro.
En tanto olvido
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estoy viviendo
efímera muerte.


EL ALIENTO


No se de donde viene
el viento que me lleva,
el suspiro que me consuela,
el aire que acompasadamente
mueve mi pecho
y alienta
mi invisible vuelo.
Yo soy apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento.

domingo, 8 de junio de 2014

Alaide Foppa y su aporte literario

Cuando hablamos de la obra de Alaíde Foppa, es dificil separar su aporte literario de su aporte social y político, siendo que su quehacer literario consistió, además de la creación literaria en sí, en la participación social activa a través del desarrollo de ideas, ensayos y crítica literaria, además del diálogo y participación colectiva con otras y otros intelectuales contemporáneos y colegas comprometidos(as) con las causas sociales a través de revistas, discusiones y congresos. Sus letras reflejaron siempre la forma en que le conmovía la configuración del destino de la mujer: los estereotipos esclavizantes, los parámetros injustos, la violación de su dignidad mediante los prejuicios, la utilización de su cuerpo y de su sexualidad. Como miembro de la generación de poetas desmitificadoras - ese título con el que en algún momento las nombró Luz Méndez de la Vega - también ella derribó la separación entre sujeta política y ser poética, al incluir temas tanto políticos-sociales como políticos-feministas en sus poemas, de igual manera que desmitificó lo cotidiano utilizando un lenguaje simple y renovado para hablar de sus hijos, de sus flores y de sus amores. Alaíde, como sus contemporáneas, liberó la poesía femenina de su corsé romántico y apolítico, asumiendo todas las responsabilidades que le impuso su propio destino. Alaíde Foppa fue una mujer de letras, con un pensamiento claro, sin pretensiones, directo y cálido. Transgredió y sigue transgrediendo las normas con versos sobre sí misma y sobre su cuerpo. Desde Europa, desde el exilio, y aún desde su muerte, su obra siempre será un cuestionamiento para la despatriarcalización, un aporte para las mujeres que buscamos la libertad, que vamos en busca de una vida y de un arte libres de predeterminaciones de género. Jean Paul Sartre dice: “Ya que el escritor no tiene modo alguno de evadirse, queremos que se abrace estrechamente con su época; es su única oportunidad; su época está hecha para él y él está hecho para ella.” Alaíde no eludió este compromiso fundamental de todo escritor y escritora, y por eso, a pesar de la crueldad de su ausencia, seguirá inscrita en nuestra memoria.



(texto colectivo escrito en conmemoración del centanario del nacimiento de Alaide Foppa)